Me gusta levantarme sin que suene el despertador... dicen que el mejor tratamiento de belleza es dormir mucho y dormir descansando... Anoche soñé todo el rato, así que el efecto lifting no funcionó en este caso. Me dio por soñar que me llamabas para decirme que andabas por el barrio, y bajaba a tomarme una cerveza contigo. En mi sueño no llovía (como hoy), así que la vitamina D doraba mi cara, yo misma sentía como mi color de acelga se tornaba en colorado -había llegado realmente la estación de la salubridad- , y los ojos nos cogían un tono miel. Estaba riquísima esa cerveza y nosotros nos contábamos la vida. No había mucha novedad desde la última vez que nos vimos... pero no parábamos de hablar... Yo me dí cuenta en seguida de que, como siempre, estaba hablando demasiado, así que decidí en esa misma conversación, en ese mismo instante convertirme en escuchadora.
No paraste de hablar. Estabas sobreactuado pero a mí, me gustaba. Me daba la sensación de que querías impresionar, y eso era halagador.
Hablabas de equilibrio, de un nuevo yo hacendoso, organizado y equilibrado. Eras absolutamente sincero y claro en tu discurso, tu claridad era directamente proporcional a la claridad de tus objetivos y yo volvía a caer...
Siempre me gustó la verborrea, la tuya sobre todo, me sabía a verdad. Después de horas hablando, decidimos pasear... debió ser por ese paseo que cuándo abrí los ojos no sentí haber descansado las 10 horas que invertí en la noche... No me despertó la alarma de mi Iphone, fue la claridad de la ventana. Domingo: no había que salir corriendo pero mi subconsciente no me permitió descansar esa noche. Tuve pues que posponer mi agenda de planes, para descansar durante el día lo no-descansado en su momento. De una manera involuntaria me pasé todo el día mirando el teléfono. En él cayeron las llamadas cotidianas, las de siempre. El caso es que ya no esperaba la tuya, sabía que el deseo de esa olvidada llamada, solo aparecería en sueños, en unos sueños que no me dejaban descansar.
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