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martes, 2 de agosto de 2011

Erasé una vez dos buenas amigas…


…que nacieron en el mismo pueblo de la Mancha. Por las cosas del destino y de un cambio de casa crecieron juntas cuando eran pequeñas…  y juntas vivieron  su niñez, y la primera fase de la adolescencia…
Cuando eran niñas, compartían las cosas normales de niñas… juegos en el patio, veranos en la piscina, interminables meriendas , y lo bonito de crecer  sin miedos… felices, tranquilas…
Pasó el tiempo y después de la niñez llegó esa etapa tan complicada, la adolescencia. Ninguna de los dos era el prototipo ideal para los chicos en esa edad. En su pandilla solían ser las últimas de la lista. Los zapatos ortopédicos, el aparato dental y unas gafas traicioneras daban el resto. Ellas no fueron en aquella época las más populares.
Sin embargo nunca les importó. A veces miraban con admiración al resto de sus amigas que si triunfaban en el “horrible despertar” de esos muchachos descubriendo el sexo opuesto. Pero luego ellas tenían su mundo.   En él, también existían los amores (pero platónicos) esos que sólo adornaban con iniciales sus carpetas y cuadernos… Esos que les ponían coloradas cuándo alguien, en voz alta descubría a viva voz sus pueriles sentimientos.

Después de sus contados bochornos, ellas volvían juntas a sus casas. En esas tardes después del cole, seguían los sueños. Algunas veces se atrevían a seguir a sus novios imaginarios, algunas veces les espiaban sin que lo supieran…
Sólo dos metros separaban las puertas de sus casas y sus padres se echaban las manos a la cabeza cuando ellas, aún necesitaban hablar más… incluso a veces por teléfono, cuando era tan mínima la distancia que las separaba…
Y así pasaban la vida, siempre juntas… en las subidas y bajadas al colegio… en las tardes de verano en la calle, en los anocheceres de invierno con los deberes….





Pero pasó el tiempo y sus destinos se  separaron. Una encontró un amor que parecía para siempre… y otra estuvo siempre tratando de encontrar lo que le parecía el amor…  Lo que un día fue una unión a fuego entre ambas, se convirtió en una especie de vidas separadas pero paralelas: pseudo exitosa en lo laboral,  pero perdiendo fuelle en lo sentimental…
Por esas cosas de la vida, sus destinos se separaban aunque el cariño seguía permaneciendo en ellas… siempre. Mientras en el pasado sus conversaciones se hundían en lo casi íntimo, de mayores comenzaban a flotar en lo estrictamente correcto… en lo superficial: ¿cómo está todo? ¿qué tal tu marido? ¿y tu último novio?...

Pocas veces se encontraban ya… aunque seguían viviendo muy cerca. Si eso sucedía sus encuentros sólo duraban unos minutos, muy diferentes a aquellos en los que podían pasar horas y horas hablando.
Sin embargo había algo que nunca  cambiaba. Cada vez que se decían adiós en esos fugaces “encuentros de mayores”  y se marchaban, siempre se daban media vuelta. Volvían a mirarse ya desde lejos. Ambas se despedían con cariño y se deseaban, en pensamiento, que todo fuera bueno en la vida de la otra, en la vida de su amiga...
Sin embargo, de una manera casi gemela, el drama sentimental se cebó con sus corazones. Casi al mismo tiempo, casi sincronizado. Y aquella tarde que se volvieron a ver, algo volvió a ser igual que en su niñez. NO podían dejar de hablar, de querer pasar más tiempo juntas, de reciclar juntas el dolor que habían vivido.
Decidieron un encuentro lejos… Sólo para las dos… era necesario volver a definirse de manera individual pero  otra vez juntas.
Ninguna de ellas había perdido la integridad. Eso precisamente (su integridad) es lo que las había mantenido en pie A PESAR DE ESAS PERSONAS QUE LES HABÍAN HECHO DAÑO.
Entonces salieron, bebieron, y elaboraron una teoría, como cuando eran pequeñas. Nunca volverían a valorarse por el precio que les diera un tercero en discordia, sobre todo si venía de seres sin corazón. Esos que un día les hicieron daño.

La noche terminó, era casi madrugada. Volvían a casa riendo, como hacía tantos años… ya no eran unas niñas… ya no estaban tristes, y su testigo ya no era el pueblo que les vio nacer, sino las luces de la mágica gran ciudad.
A partir de aquel momento hicieron un pacto… No mirar atrás para recordar lo malo. Decidieron volver a mirar atrás para recuperar el tiempo perdido…




Vieron como dice la bonita canción de Presuntos Implicados "Lo mejor que conocimos, separó nuestros destinos que hoy nos vuelven a reunir..."
Y volvieron a sentir... aquella misma entrega...
;-)


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